El Alpinista
Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía
después de años de preparación, pero quería la gloria para él solo; por lo tanto
subió sin compañeros.
Empezó a subir y se le fue haciendo tarde. No se preparó para acampar, sino que decidió
seguir subiendo, decidido a llegar a la cima. Oscureció.
La noche cayó con gran pesadez; en la altura de la montaña, ya no se podía ver
absolutamente nada.
Subiendo por un acantilado, a sólo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por
los aires
caía a una velocidad vertiginosa. Sólo se podía ver veloces manchas
más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado
por la gravedad.
Seguía cayendo
y en esos angustiantes momentos le pasaron por su mente todos sus
momentos de la vida. El pensaba que iba a morir; sin embargo, de repente sintió un tirón
muy fuerte que casi lo parte en dos
Sí, como todo alpinista experimentado, había
clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la
cintura.
En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más que gritar:
Ayúdame, Dios mío
De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó:
¿Qué quieres que haga?
Sálvame, Dios mío.
¿Realmente crees que te pueda salvar?
Por supuesto, Señor.
Entonces corta la cuerda que te sostiene
Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y
reflexionó.
Cuenta el equipo de rescate que al otro día encontraron colgado a un alpinista congelado,
muerto, agarrado con fuerza, con las manos a una cuerda
a dos metros del suelo
Y tú, ¿qué tan confiad@/aferrad@ estás de tu cuerda? ¿Por qué no la sueltas?
En nuestras vidas comunes y cotidianas, tenemos sogas que nos sujetan; éstas pueden
significar el triunfo o el fracaso, y la libertad de elegir si la cortamos o no es sólo
nuestra. Para decidir tienes que ver más allá de lo evidente. Amplía tus horizontes.
enlace al video: https://youtu.be/8X6GAzLIFI4