La felicitación (basada en un cuento popular)

Hace muchos años, en el valle Dasper ocurrió una historia digna de admirar. Era costumbre que por las fiestas de Navidad todos los vecinos del valle se enviasen postales para felicitar el año nuevo. Aunque vivían cerca los unos de los otros, daba igual, ellos seguían con su tradición hasta el día de hoy.

Aquellos eran días de mucho trabajo para Hans, el cartero del pueblo.

Hans: (entrando a su casa) ¡Hola querida! ¡Qué día más cansado!  Llevo todo el día repartiendo cartas y más cartas, arriba y abajo. Si sigo así  no llegaré a viejo. (se quita el sombrero, la bufanda, el abrigo y se sienta en la mesa)

Hilda:   ¡Pues con el tiempo que ha hecho hoy! Los niños no ha podido ir a la escuela. ¡Ha caído tanta nieve! ¡Ha sido la nevada más grande de los últimos años! (todo esto mientras va poniendo la mesa)

Hans: No te preocupes querida, después quitaré la nieve de la puerta. Ahora sólo quiero comer, tengo un hambre que hasta me comería un oso.

Hilda: ¡Venga siéntate que ya está preparada la mesa!

Hans: ¡Hmmmm qué bien huele! ¿Sabes? Como cada año todos los habitantes del pueblo reciben postales menos la vieja Gruber, la que vive en lo alto de la colina. ¿Es que nadie le podría escribir unas líneas?

Hilda: Si es una lástima. Desde que se murió su esposo es como si no existiese. Si yo estuviese en su lugar me moriría de pena. Recuerda que el año pasado por estas fechas le dio un achuchón. ¡Hans! ¡Debemos hacer algo por esta mujer!

Hans: ¡Sí podríamos escribirle nosotros una postal. Seguro que le hará mucha ilusión.

Después de la cena, Hans y Hilda escribieron unas letras a la vieja Gruber deseándole feliz año nuevo. El cartero y su esposa tenían buen corazón y no querían que la vieja Gruber se quedase sin una postal de Navidad. Decidieron no poner remite a la carta para que ella no supiese quien se la había escrito. A la mañana siguiente Hans se levantó muy de mañana para ir a buscar todas las cartas y así iniciar el reparto. A última hora se dirigió a lo alto de la colina para dar la carta a la vieja Gruber. Ella vivía con una sobrina a la cuál abandonaron sus padres siendo ella muy pequeña.

Hans: Otra vez esta subida. (se para a descansar en una piedra y saca el pañuelo para secarse el sudor) Ya no puedo más. Como siga así me tendrán que jubilar antes de tiempo. (suspira) Todo sea por la vieja Gruber. (llega hasta la puerta y pica...) Que raro nadie responde. (vuelve a picar) ¡Como no esté! Después del esfuerzo que he hecho...

Gruber: ¿Quién es? ¿Quién anda ahí?

Hans: Abra por favor, soy Hans el cartero del pueblo.

Gruber: ¿ El cartero? (abre la puerta lentamente)

Hans: Tenga , hoy me han dejado esta postal para Vd.

Gruber: No puede ser. ¿Seguro que no se equivoca? Hace años que no recibo carta.

Hans: Si Sra. Gruber, que sí es para Vd, pone su nombre y su dirección.

Gruber: ¿Quién os la ha dado?

Hans: Pues no se, no pone remite.

(Gruber con una mano temblorosa cogió la postal y la miró estrañada)

Dice: ¡Feliz Navidad y próspero año nuevo Sra. Gruber! (dio la vuelta a la postal) no pone nada... ni nombre... ni dirección... nada. ¿Cómo sabré quién me la ha envidado?

Hans: Bueno Sra. Gruber debo seguir con mi trabajo. ¡Feliz Navidad!

Gruber: Adiós... adiós gentil hombre. Gracias por su subir aquí para traerme esta postal. (entra dentro de la casa y se dirige a su sobrina) Mira Beti alguien nos ha escrito una postal. Desde que tu tío murió no habíamos recibido ninguna. ¿Quién podrá ser?

Beti: No se abuela... déjame pensar, ahora mismo no se me ocurre nadie...¿y la tía que tenemos en Austria?

Gruber: No creo, ya es muy mayor, hace años que perdió la vista y está sola en casa. Después de tanto pensar no me extrañaría nada que hubiese sido Bernard. Desde jóvenes habíamos sido tan amigos... y era tan bromista.

Beti: Pero, ¿cuánto hace que no le ves? ¿Cuánto hace que no sabes nada de él?

Gruber: Huiiii... hace tantos años, todavía recuerdo cuando estudiábamos juntos en la escuela. La profesora estaba cansada de nosotros. Nuestra amistad duró muchos años pero cuando se fue a la guerra perdimos todo contacto...

Beti: pero quizás te haya escrito para volver a recordar aquellos viejos tiempos, para saber de ti! Escríbele una postal para demostrarle tu afectos también.

Gruber: Si quizás tengas razón. Le escribiré una postal y mañana se la daré al cartero.

Tal y como dijo aquella noche le escribió unas líneas a su viejo amigo. Pero durante aquella noche la vieja Gruber no pudo dormir pensando si en vez de Bernard, hubiese sido otra persona. Le sabía mal no contestar a aquella amable postal de Navidad. Por la mañana mientras preparaba el desayuno seguía dialogando con su sobrina.

G: No sé Beti. Esta noche he estado pensando que quizás fuese Carlota. Aquella amiga italiana que vino para ganarse la vida y tuvo que volver de repente a su país por un asunto de herencia. Éramos tan amigas...

Beti: Escribe otra postal para ella. Yo mismo se la bajaré al cartero esta tarde camino de la escuela.

Pero la vieja Gruber empezó a pensar y pensar en más personas

Gruber: Y si hubiese sido Berta, la enfermera que la atendió tan bien en el hospital. Pero también se acordó de Fredic aquel compañero de fatigas de su marido con el que iba tantas tardes de verano a pescar truchas. Pero también podría haber sido Julie la esposa del ferroviario con la que iba a  tomar el te cada martes y viernes.

La vieja Gruber se dio cuenta de que a lo largo de su vida habían sido muchas las personas que había conocido y que de alguna manera u otra habían sido amigas de ella y de su marido. Así que decidió escribir postales a todas las personas que ella creía que podían haber sido. Muchos vecinos del pueblo también recibieron postales de la vieja Gruber. Muchos se quedaban extrañados. Una felicitación de la vieja Gruber... que raro... si nunca saluda, ni sonríe cuando nos ve por la calle. Pero ¿por qué no? Enviarle una postal tampoco era tan difícil.

Cuando Hans abrió el buzón aquella mañana y ordenó la correspondencia recibida dio una gran salto de sorpresa. Había un montón de cartas dirigidas a la vieja Gruber.

Hans: ¡Oh, no! Ahora tengo que subir a la colina cargado como un burro. Todo sea por la vieja Gruber.

Gruber: ¡Gracias Sr. Cartero! Perdone, ¿cómo se llama?

Hans:  Hans Sra.

Gruber: Muchas gracias Hans. Tenga esta postal de Navidad es para Vd. y su familia. ¡Feliz Navidad!.

Hans: Gracias. ¡Feliz Navidad!

Gruber: Mira Beti, mira cuántas carta nos ha traído el cartero. Estoy impaciente por leerlas todas. Acércate a mi y vamos a leerlas.

Carta: Muchas felicidades ya era hora que te dignases a acordarte de los amigos. Tenemos que hablar, queremos hacer una asociación de vecinos del valle y nos gustaría que estuvieses.  Fedric

Carta: Feliz año nuevo: ¿Quieres venir a comer con nosotros el día de año nuevo? Carlota

Carta: Un fuerte abrazo Celebro que se te haya pasado el enfado... ¿cuándo nos vemos? María

Beti: Mira esta, tía. Gracias por acordarte de mí. Estoy enfermo y no me puedo mover de la cama. ¿Por qué no vienes una tarde y  recordamos viejos tiempos? Luchi

Carta: Por muchos años ¿por qué no vienes a tomar el té un día de estos? Julie.

La vieja Gruber cambió por completo gracias a la acción del cartero y su mujer. A veces no cuesta nada hacer un pequeño esfuerzo por alguien que parece que no lo merezca. ¡Recordad esta historia y que os sirva para ayudar a alguien cuando tengáis oportunidad para hacerlo!